Revista de divulgación científica sobre Altas Capacidades Intelectuales

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NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS

Universidad Complutense de Madrid

RESUMEN:
La doctora Karen Danielson, conocida como Karen Horney, fue una psiquiatra con una gran capacidad intelectual, que se atrevió a romper con la teoría psicoanalítica de Freud. Consiguió crear una de las mejores teorías sobre la neurosis, dando especial relevancia al estudio de la psicología femenina y a la influencia de los aspectos culturales durante la primera mitad del siglo XX, cuando todavía las mujeres estaban despertando del letargo social al que habían sido sometidas por la cultura machista.

Palabras clave: psicología femenina, neurosis, psiquiatría, psicoanálisis.

ABSTRACT:
The Dr. Karen Danielson, known as Karen Horney, was a psychiatrist with a great intellect, who dared to break with the psychoanalytic theory of Freud. She managed to create one of the best theories of neurosis, giving special attention to the study of female psychology and the influence of cultural aspects in the first half of the twentieth century, when women were still waking up from social slumber that had been submitted by macho culture.

Keywords: feminine psychology, neurosis, psychiatry, psychoanalysis.

Correspondedncia con los autores: Dña. Natividad Araque Ontangas
Univerrsidad Complutense de Madrid. Departamento de Teoría e Historia. Rector Royo Villanova s/n 28040- Madrid naraque@edu.ucm.es

  1. INTRODUCCIÓN

Karen Clementine Danielsen Von Rozalem, conocida como karen Horney, nació en Hamburgo (Alemania), el 16 de septiembre de 1885, en el seno de una familia de clase media alta. Su padre, Berndt Henrick Wackels Danielsen, había nacido en Noruega, aunque después adquirió la ciudadanía alemana. Se trataba de un hombre autoritario, que practicaba el protestantismo y que se dedicaba en cuerpo y alma a su profesión de marino mercante, con la categoría de capitán de un barco noruego, y más tarde comodoro de la compañía naviera Lloyd del Norte, de Alemania. Su madre, Clothilde Marie Von Ronzelen, era una mujer holandesa, muy culta, librepensadora y muy aficionada a la música, de hecho tocaba muy bien el piano.

Las constantes ausencias del padre hicieron que Karen estuviese muy influida por su madre, la cual prestó una ayuda constante a su hija para que estudiase medicina, a pesar de que en el siglo XIX no era algo normal. Por este motivo ingresó en el liceo de Hamburgo, con 13 años, donde acababan de autorizar el acceso a las jóvenes estudiantes. Durante su estancia en Hamburgo estuvo acompañada por su madre, la cual terminó divorciándose en 1904. Los estudios de medicina los comenzó en Berlín, en 1906, y los terminó en 1911, año en que falleció su madre, lo cual le provocó una gran crisis que la llevó a autopsicoanalizarse. En sus estudios destacó por ser una alumna brillante, que pronto se decantaría por la psiquiatría y el psicoanálisis. En el plano personal, hay que señalar que contrajo matrimonio en 1909 con el abogado Oscar Horney, fruto del cual nacieron tres hijas (Brigitte, Marianne y Renate), aunque los problemas económicos del matrimonio y su creciente dedicación al movimiento psicoanalítico desembocaron en su divorcio en 1937.

Después de finalizar la carrera de medicina en Berlín, inició su formación psiquiátrica y psicoanalítica, que compaginaba con su asistencia a las reuniones científicas de la Asociación Psicoanalítica local, creada por el doctor Karl Abraham, en 1910, donde Karen fue adquiriendo su entrenamiento psicoanalítico mediante lecturas, seminarios informales y práctica personal, además de presentar una comunicación, en febrero de 1912, referida a la educación sexual de los niños. En dicho año comenzó su labor profesional de psicoanalista, y dos años más tarde presentó su tesis doctoral sobre el traumatismo físico como causa de la psicosis. En 1915 fue nombrada secretaria de la Asociación Psicoanalítica de Berlín, y debido a su gran capacidad de trabajo y a su inteligencia, fue una de las fundadoras, profesora y analista en el recién creado Instituto Psicoanalítico de Berlín, en 1920. Más tarde, en su visita a Viena, recibió el respeto de sus colegas, aunque no obtuvo el reconocimiento general por sus críticas a las teorías de Abraham y de Freud. La primera etapa del trabajo intelectual de Horney se produce entre 1922 y 1933, durante este periodo desarrolló una serie de artículos críticos y contestatarios sobre la psicología femenina a partir del enfoque psicoanalítico de Freud.

La inestabilidad política, social y económica que había en Alemania, con la ascensión y caída del Segundo Reich y de la hegemonía del Kaiser, además del consiguiente status de subordinación de las mujeres, que se agravó con la subida de Hitler al poder, fueron factores que, junto con sus problemas matrimoniales y la búsqueda de mayores posibilidades de investigar sobre el psicoanálisis, influyeron en Karen para tomar la decisión de aceptar el puesto de directora adjunta en el Instituto Psicoanalítico de Chicago, que le ofreció su director Franz Alexander, el cual había sido discípulo suyo. Es obvio que Karen siempre estuvo influenciada por los problemas sociales, hasta el punto de que prestó su apoyo a organizaciones benéficas y a causas liberales, además constató su posición antifascista al afirmar, en 1941, que “los principios democráticos, en acusado contraste con la ideología fascista, sostenían la independencia y la fuerza del individuo y reafirman su derecho a la felicidad” (Karen Horney, biografia en Current Biography, vol. II, número 8. New York: H.W. Wilson Co., agosto de 1941, pp. 27-29).

Karen llegó a los Estados Unidos el 22 de septiembre de 1932, acompañada por su hija Renate. Al año siguiente consiguió la nacionalidad americana y la convalidación de sus estudios médicos, que le permitieron ejercer la psiquiatría en su consulta privada, al mismo tiempo que se dedicó a publicar diversos artículos. Su fascinante labor como psicoanalista le generó importantes ingresos que se tradujeron en la compra de un apartamento profesional en el Central Park South, y de un magnífico piso en Croton, sobre el Hudson, ambos en las zonas más selectas de Nueva York. Kar, al poco tiempo, ingresó en el Instituto Psicoanalítico de Nueva York, y permaneció en él hasta su renuncia, en 1941, después de la cual fundó y dirigió hasta su muerte el Instituto Americano de Psicoanálisis y el Periódico Americano de Psicoanálisis. El cambio geográfico y cultural reforzó su alianza a la explicación psicoanalítica de la escuela Adleriana, y el encuentro posterior con otros intelectuales, y nuevas corrientes, la hizo abandonar la postura psicoanalítica ortodoxa. De esta manera comenzó su segunda etapa intelectual, en la que buscó una explicación de las enfermedades psicológicas, basada en la cultura y, por ende, en la interacción social y los aprendizajes sociales que dejaban huella en la formación del carácter personal.

En Nueva York entró en contacto con la Nueva Escuela para el desarrollo de la Investigación Social, donde coincidió con otros exiliados del nazismo e intelectuales de diversos campos como: Erich Fromm, Harry Stack Sullivan, Clara Thompson, Eric Erikson y Abraham Kardiner, con los que compartía sus ideas relativas a la influencia de la cultura en los trastornos de conducta. Durante esta etapa, Horney realizó la publicación de dos de sus obras más difundidas: La personalidad neurótica de nuestro tiempo (1937) y Nuevos métodos en psicoanálisis (1939). Esto despertó el resentimiento del Instituto Psicoanalítico de Nueva York, y Horney se vio forzada a dimitir. A partir de 1942 inició su tercera etapa intelectual, en la cual mantuvo los supuestos principales de su segunda etapa, aunque profundizó en la comprensión de los conflictos intrapsíquicos, reelaboró su concepto fundamental de la «imagen ideal», el «sistema del orgullo neurótico» y perfeccionó sus tipologías sobre las «tendencias neuróticas» estudiadas mediante el análisis de sus pacientes. Como resultado de estas investigaciones, Horney publicó tres libros más: El autoanálisis (1942), Nuestros conflictos internos (1945) y Neurosis y Desarrollo Humano (1950).

Poco antes de su muerte, Horney reinició su actividad docente en el Colegio Médico de Nueva York y realizó un viaje a Japón (1952), con la intención de incorporar la filosofía del Budismo Zen a sus teorías psicoanalíticas, lo cual generó diversas críticas por parte de algunos especialistas de la época, que lo consideraron una especie de «misticismo» psicoanalítico. Desgraciadamente, Horney no pudo continuar con esas investigaciones porque falleció el 4 de diciembre de 1952 debido a un cáncer de pulmón.

  1. LA RUPTURA CON EL MODELO FREUDIANO

En 1917 Karen defendió su concepto holístico de bloqueo, en contraste con la idea mecanicista de resistencia de Freud. Las ideas que formuló en aquellos años causaron un enfrentamiento con los psicoanalistas, puesto que ellos defendían el enfoque freudiano en el tratamiento de las psiconeurosis, mientras que ella reconocía la importancia de las fuerzas inconscientes, pero creía que su dimensión y significado eran muy distintos, al considerar que lo “dinámico” no estaba referido a la interacción del instinto y el contrainstinto, sino que pensaba que el conflicto se producía entre las fuerzas espontáneas de crecimiento y las perversiones de esas energías sanas en forma de enfermedad. El pensamiento de Karen se insertaba en los sistemas abiertos, como las teorías de campo de la física del siglo XX, enraizado en las filosofías holísticas y organicistas, basadas en las relaciones e influencias recíprocas entre el ambiente y el organismo, mientras que la orientación de Freud no era biológica, sino basada en una filosofía materialista (Freud, S. (1965). New Introductory Lectures. New York: W.W. Norton y Co).

La teoría de Karen, en 1917, se enfrentó al esquema de un aparato mental tripartito, porque partía de la premisa de una espontaneidad humana enraizada en la anatomía y la fisiología, en contradicción a la primacía del ello y de los impulsos destructores. Ella afirmaba que el hombre se vuelve destructor por efecto de un bloqueo de su crecimiento; de manera que, dentro de su estructura teórica, las funciones de lo que Freud subsumía bajo su yo y super-yo adquirieron un significado nuevo. Por consiguiente, el ideario de esta científica contenía gran número de divergencias respecto a las teorías básicas de Freud, siendo sus primeras preocupaciones: la teoría libidinal de Freud y sus ideas sobre el desarrollo psicosexual. En este aspecto, hay que decir que la teoría freudiana de la libido era objeto de un estudio crítico por parte de los psicoanalistas, que obligaron a Freud a desarrollarla más en 1923, con la inclusión de una teoría del instinto dual (Ibidem).

Horney decía que Freud, en algunas de sus obras, había llamado la atención sobre una cierta unilateralidad de las investigaciones analíticas, referida al hecho de que sólo se tomaban como objeto de investigación las mentes de los hombres y muchachos, de tal manera que el psicoanálisis era la creación de un hombre, y casi todos los que habían desarrollado sus ideas eran hombres, siendo más fácil para ellos elaborar una psicología masculina, sin preocuparse de las mujeres. Por este motivo, ella siempre tuvo gran interés por estudiar la psicología femenina, partiendo de los escritos del filósofo social George Simmel y por las obras de antropología de su época.

La primera teoría de Freud (1895) se inspiraba en que la frustración sexual constituía la causa directa de la neurosis, al afirmar que el instinto sexual manifestado durante la infancia tenía como fin el desahogo de una tensión y como objeto la persona o sustituto que gratificase ese desahogo. Este autor pensaba que el neurótico hacía en su fantasía lo que el pervertido hacía en la realidad, y el niño era un perverso polimorfo. Además, ampliaba el concepto de sexualidad hasta hacerle abarcar todo el placer corporal, los sentimientos de ternura y afecto y el deseo de gratificación genital. Según Freud, la vida sexual del hombre se divide en tres periodos: el primero, es el de la sexualidad infantil, que comprende las fases oral, anal y fálica; el segundo, es el periodo de latencia -desde los siete a los doce años-, y el tercero, es el de la pubertad.

Además, construye una teoría discutible sobre la envidia que sentían las niñas respecto al órgano genital del niño, que fue criticada por Karen en sus escritos sobre “La huida de la feminidad”, basados en sus investigaciones clínicas, en los que respalda la influencia de las condiciones culturales en las personas, con independencia de su sexo. En este aspecto, tanto los hombres como las mujeres, en sus intentos de dominar el complejo de Edipo, desarrollan un complejo de castración o se inclinan hacia la homosexualidad. Horney se mostró contraria con la teoría masculina de Freud, porque no tenía en cuenta algunos aspectos relevantes de las mujeres, como era la maternidad. Abundando sobre la psicología femenina, en “El miedo a la mujer”, Karen hace mención a los temores de los hombres hacia las mujeres, por considerarla como un ser siniestro y misterioso a lo largo de la historia, de manera que los hombres tratan de dominar ese miedo a través de la negación y la defensa, mediante la conquista de las mujeres, rebajándolas y socavando su amor propio (Horney, K. (1977). Psicología femenina. Madrid: Alianza Editorial, pp. 152-167).

El creciente interés de Karen por los factores culturales se evidencia en sus trabajos “Conflictos maternales” y “La sobrevaloración del amor”, en los que utilizó metodologías antropológicas, sociológicas y tipologías, volviendo a incidir en la influencia mutua y recíproca entre el ambiente y el individuo, volviendo a describir un tipo de mujer influido por factores culturales y por exigencias instintivas (Ibidem, pp. 210-246).

Los pioneros del enfoque culturalista, Erich Fromm, Harry Stack Sullivan y Karen Horney, rechazaron la teoría pulsional a favor de la determinación socio-cultural en el desarrollo normal y patológico del ser humano. Estos autores sustituyeron los métodos psicoterapéuticos prolongados y pasivos de Freud por otros más activos, en los que la relación con los pacientes era fundamental, al igual que la interpretación de los conflictos que atravesaban en el presente.

Las aportaciones de Karen se sistematizan dentro de tres etapas diferenciadas:
1ª) La freudiana se circunscribe a un corto periodo de tiempo, desde 1917 hasta 1922, caracterizado por la utilización del psicoanálisis clásico en el ejercicio de su profesión y de sus funciones como secretaria de la Asociación Psicoanalítica de Berlín. No obstante, en su publicación La técnica de la psicoterapia psicoanalítica ya comenzó a mostrar discrepancias con el modelo psicoanalítico defendido por Freud.
2ª) La anti-freudiana se desarrolló en el periodo de 1932 a 1941, en Estados Unidos. Concretamente, en su obra La personalidad neurótica de nuestro tiempo (1937), en el que las influencias socio-culturales y las relaciones del niño con la madre tienen un valor fundamental en la evolución del ser humano, distanciándose de la teoría pulsional y del complejo de Edipo.
3ª) La creación de su propia doctrina, que abarca desde 1942 hasta el final de su vida, se fue cimentando también en Estados Unidos, bajo la influencia de Goldstein, con su noción del organismo, de la concepción holística de Smut y de la idea de proceso de Whitehead y de los antropólogos Kardiner, Linton y Margaret Mead.

En su libro La técnica de la psicoterapia psicoanalítica (1917), la doctora Horney rechaza la teoría freudiana, que enmarca la psicología femenina dentro del complejo de castración, y defiende la identificación de la hija con la madre, haciendo alusión de la envidia de los hombres por la maternidad. Más concretamente, la defensa de una psicología femenina valorada al mismo nivel que la masculina surgió a partir de la comunicación de Abraham, en el VI Congreso Internacional de Psicoanálisis celebrado en La Haya en 1920, con el título Manifestaciones del complejo de castración femenino, donde señala que las relaciones sexuales, el parto, etc., revitalizan el complejo de castración y el odio a los hombres, surgiendo la frigidez, la prostitución, el lesbianismo, la fobia a las heridas y al afán reivindicativo de muchas mujeres.

Karen, en su ensayo El masoquismo femenino, criticó y puso en tela de juicio a algunas hipótesis injustificadas derivadas de las teorías de Freud, el cual afirmó que “los fenómenos masoquistas son más frecuentes en las mujeres que en los hombres” al ser inherentes a la esencia de la naturaleza femenina. Por el contrario, esta doctora consideró que no era algo propio de las mujeres y solicitó a los antropólogos que buscasen datos que revelasen la presencia de tendencias masoquistas en hombres y mujeres.

En “la necesidad neurótica de amor”, esta doctora volvió a distanciarse de la teoría libidinal de Freud, en la cual abordaba la “necesidad de amor aumentada” como un fenómeno libidinal, al afirmar que esa idea era indemostrable y la necesidad neurótica del amor podía representar una expresión de una fijación erótica o de una “regresión”. De esta manera, al poner en cuestión la teoría libidinal y las ideas sobre la fijación y la regresión, postulando la importancia terapéutica de la vida y de la espontaneidad humana, estaba impugnando la teoría freudiana de la compulsión de repetición. Además, Horney distingue entre el amor normal, el neurótico y el espontáneo, y habla de la naturaleza de la compulsividad en cuanto diferente a la espontaneidad. También, consideraba que el concepto de Freud no aclaraba la cuestión fundamental relativa a los factores dinámicos que mantenían, en años posteriores, una actitud adquirida en la infancia, o impedían desembarazarse de ella.

Anteriormente, en El problema del masoquismo femenino había afirmado que uno de los grandes méritos de Freud era el haber subrayado la tenacidad de las impresiones infantiles. Aunque la experiencia analítica mostraba que una reacción emocional que se había dado una vez en la infancia sólo se mantenía a lo largo de la vida si seguía estando respaldada por diversas pulsiones “dinámicamente importantes”.

  1. LA NUEVA CONCEPCIÓN CULTURALISTA DEL PSICOANÁLISIS

En 1917 Karen escribió su primer artículo titulado “Die Technik der psychoanalytischen Therapie” o “La técnica de la terapia psicoanalítica”, que trataba sobre el psicoanálisis. En 1920 perteneció a la plantilla docente del recién fundado Instituto Psioanalítico de Berlín y, tres años más tarde, escribió su primer artículo sobre la psicología femenina: “Der Mannlichkeitskomplex der Frau” o “Complejo de masculinidad de la mujer”. Su interés por la psicología femenina fue el fruto de su dedicación al psicoanálisis y de su interés por equiparar a las mujeres a un nivel social semejante al de los hombres. Como terapeuta tenía otra motivación, basada en el descubrimiento de una discrepancia entre las teorías del psicoanálisis freudiano y los resultados terapéuticos de la aplicación de esas teorías.

La investigación científica, combinada con los deseos de descubrir el fascinante mundo de la mente del ser humano, fueron dos ingredientes fundamentales en el estudio del psicoanálisis, cuando su base ya estaba establecida y paulatinamente era aceptado internacionalmente, puesto que se había conseguido esbozar el “enfoque psicoanalítico clásico” en 1923, sobre una psicología caracterizada por cinco puntos de vista definidos:
1.-El psicoanálisis es una psicología en profundidad, y concede especial significación a las actividades psíquicas preconscientes e inconscientes.
2.-La conducta presente sólo puede ser comprendida en términos de pasado.
3.-El comportamiento humano se puede entender como resultado de la interacción de impulsos instintuales y fuerzas contrainstintuales.
4.-El organismo dispone de una cantidad determinada de energía.
5.-Es una hipótesis de trabajo que divide el aparato mental en tres estructuras separadas. El ello, es el depósito instintual del hombre y tiene su base en la anatomía y la fisiología, operando de acuerdo con el principio de placer. El yo, es el aparato de control de la estructura psíquica, organiza y sintetiza y sus funciones conscientes están bajo la influencia del proceso secundario. El super-yo, es, entre las estructuras del aparato psíquico, la de desarrollo más tardío, resultando de la resolución del complejo de Edipo, como consecuencia se instituye en el yo una consideración nueva que contiene las cualidades y valores relacionadas con las recompensas y castigos de los padres.

En 1917, seis años antes de que Freud formulase los principios de la técnica psicoanalítica, y anteriormente a la publicación de El yo y el ello, Karen afirmaba en su artículo sobre la técnica psicoanalítica: que el psicoanálisis podía liberar a un ser humano que había sido “atado de pies y manos”. No podía darle brazos ni piernas nuevos, pero demostró que lo que se consideraba propio de la constitución de la persona, no representaba sino un bloqueo opuesto al crecimiento, que podía eliminarse (Horney, K. (1917). Die Technik der psychoanalytischen Therapie. Sexualwissenschaft, IV). En este mismo año definió el concepto holístico de bloqueo comparándolo con la idea mecanicista de resistencia de Freud (Kelman, H. y Vollmerhausen, J.W. (1967). On Horney’s Psychoanalytic Techniques, en Wolman, B.B., Psychoanalytic Techniques. New York: Basic Books). Para esta doctora lo constitucional no era algo fijado desde el nacimiento del ser humano e invariable a lo largo de la vida, sino que existían distintas posibilidades configuradas por interacciones del organismo y del ambiente.

Karen fue muy crítica con la teoría freudiana, por considerar que estaba excesivamente basada en la biología, con un enfoque mecánico-evolucionista y un dualismo cuerpo-mente, sin tener en cuenta las variables sociológicas y antropológicas. Por este motivo, en Estados Unidos se centró en el estudio de los factores socio-culturales en el desarrollo humano, junto con Erich Fromm y Harry Stack Sullivan, entrando dentro de lo que se ha venido en denominar el neopsicoanálisis. Esta nueva perspectiva, dentro del psicoanálisis, unida a su interés por potenciar el estudio de la psicología femenina, le dieron un gran prestigio en Norteamérica, realizando diversas conferencias sobre la psicología de la mujer en instituciones tan importantes como la Sociedad Ginecológica de Chicago, donde disertó sobre los factores psicogénicos en los desórdenes funcionales de la mujer (1933). Destacando el papel de una madre odiada y temida en la frigidez y el vaginismo.

Sus conferencias comenzaron a reducirse después de que los miembros del Instituto Psicoanalítico de Nueva York la marginasen por sus duras críticas a la teoría de Freud, junto con los exiliados centroeuropeos, que en su mayoría eran freudianos puros, por lo que Karen decidió no participar en el comité de sostén de emigrantes de la Asociación Psicoanalítica neoyorquina. Su enfrentamiento radical con el modelo freudiano quedó reflejado en su obra El nuevo psicoanálisis (1939), sobre todo en lo relativo a la explicación sobre la neurosis y su tratamiento terapéutico, de tal manera que el aquí y ahora y el contexto socio-cultural sustituyeron al pasado infantil y a los conflictos pulsionales descritos por Freud (Horney, K. (1968). El nuevo psicoanálisis. México: Fondo de Cultura Económica). Esto no fue óbice para que siguiesen aumentando sus éxitos sociales y económicos, debido a su gran popularidad, pudiendo permitirse la compra de inmuebles en las zonas más caras de Nueva York.

La doctora Horney se convirtió en una de las principales representantes del psicoanálisis culturalista, que de alguna manera guarda cierta similitud con el humanista caracterizado por concebir la armonía de la humanidad con la naturaleza y el universo, teniendo en cuenta las experiencias humanas como: el amor, la felicidad, etc., y en contraposición al mecanicismo y al reduccionismo propios del psicoanálisis ortodoxo. La psicología humanista es una rama de la psicología y una filosofía de la vida, que se desarrolló a comienzos de los años cincuenta, como una reacción contra el psicoanálisis y el conductismo, por considerar que se basaban en la conducta sin profundizar en las personas. Incluso se afirma que el psicoanálisis trata las perturbaciones mentales pero no aborda la psicología de las personas sanas. Por consiguiente, aborda el estudio de la persona desde un amplio espectro, en el que se incluyen factores físicos, emocionales, ideológicos y espirituales, partiendo de la idea de que todos los seres humanos tienen capacidad para cambiar y ser curados, puesto que todos estamos necesitados de encontrar la identidad perdida, no se trata con locos o enfermos mentales, todas las personas sufren crisis de crecimiento, situaciones de emergencia espiritual, desequilibrios que deben ser tratados para conseguir ser más felices. Además, se rompe con la distancia entre paciente y terapeuta, de manera que el terapeuta está al mismo nivel que el paciente, con el cual interactúa.

  1. LA INFLUENCIA DE SIMMEL Y LAS SIMILITUDES CON LA TEORÍA DE CARL ROGERS

Karen Horney se interesó por la psicología femenina que, hasta ese momento, había sido menospreciada dentro del psicoanálisis, partiendo de los escritos de George Simmel, famoso sociólogo alemán (1858-1918), al afirmar que la psicología femenina había sido tradicionalmente considerada desde un punto de vista masculino. La cultura y la sociedad de la época habían influido negativamente en la libertad y la igualdad de derechos para las mujeres, por lo que Horney pensaba que algunas deseaban convertirse en hombre, como resultado de las presiones psicológicas reforzadas, que eran producto de la situación de inferioridad social de las mujeres, la cual no había tenido en cuenta Freud (Osborne, R. (1987). Simmel y la “cultura” femenina. Revista española de investigaciones sociológicas, 40- 104).

Sin embargo, Simmel tenía una visión convencional al considerar como válidas la división sexual del trabajo y la segregación entre los sexos, lo privado para la mujer y lo público para el hombre. De manera que Simmel sólo cuestionaba la jerarquización de esos dos mundos, subrayando el abuso del hombre de su posición de superioridad y constatando que había valores masculinos para los hombres y femeninos para las mujeres. No obstante, fue contrario con la “desvalorización del mundo femenino” y partidario de que los valores femeninos ascendiesen a una categoría superior equiparándolos con los masculinos.

Carl Ranson Rogers nació en 1902, en Oak Park, Illinois, se doctoró en Psicología clínica en Columbia (1928), y en Filosofía (1931). En 1940 ganó la cátedra de Psicología en la Universidad Estatal de Ohio, comenzando a desarrollar sus ideas sobre la psicoterapia. En 1945 se cambia a la Universidad de Chicago, donde siguió dando clases de Psicología y dirigió un centro de asesoramiento. Durante este tiempo escribió uno de sus principales libros: Client-centred terapy: its current practice, implications and theory y maduró su teoría de la personalidad. En 1957 se fue a la Universidad de Wisconsin para trabajar como profesor de Psicología y de Psiquiatría. En 1964 asumió un puesto como miembro residente del Western Behavioral Sciences Institute en La Jolla, California, donde fundó el Centro de Estudios para la Persona, en el que trabajó hasta su muerte. La teoría relacionada con la concepción del “yo” guarda semejanzas con la de Karen Horney, coincidiendo en los aspectos siguientes:

 Ambos doctores conceden especial relevancia al papel de la cultura sobre el individuo, dejando de lado el reduccionismo biológico y el mecanicismo.
 Ambas teorías se fundamentan en el presente de la vida de las personas, restando importancia al pasado.
 En ambos casos, se refieren al «yo real», que para Horney incluye el cuerpo y el alma, y para Rogers, es el organismo
 Ambos autores consideran que la inadaptación social conlleva la potenciación de un “yo idealizado”, distanciado de las capacidades reales de la persona, que podría dar lugar a la neurosis..
 La terapia de ambos tendría como finalidad que la persona vuelva a tomar conciencia de su yo real, lo cual supondría su autoaceptación en base al conocimiento de sus capacidades reales.

Sin embargo, esta teoría muestra la vulnerabilidad del ser humano, sin tener en cuenta algunos aspectos, como podría ser la resilencia o capacidad del individuo para hacer las cosas bien a pesar de las situaciones adversas (Vanistendael, S. (1997). La resiliéncia o El realisme de l’esperança: ferit, peró no vençut. Barcelona: Claret). De manera que supere cualquier situación adversa sin desarrollar una patología (como la neurosis) derivada de la aparición del yo idealizada o incongruente. También hay que valorar el principio de equifinalidad, según el cual «diferentes resultados pueden ser provocados por las mismas causas» (Watzlawick, P, Beavin, J. y Jackson, D. (1981). Teoría de la Comunicación humana: interacciones, patologías y paradojas. Barcelona: Herder, p. 123), que daría lugar a la adopción de dos actitudes: la de alcanzar el yo idealizado del que hablan ambos autores, o hacer uso de la capacidad de resiliencia que posee el individuo e intentar salir adelante con su vida. Además, habría que añadir que estos autores tampoco tienen en cuenta el concepto de inteligencia emocional, entendida como: «la capacidad de una persona para comprender sus propias emociones y las de los demás, y expresarlas de manera que resulten beneficiosas para sí mismo y para la cultura a la que pertenece» (Molero, Sainz y Esteban, 1998, p.26) (Molero, C., Saiz, E., Esteban, C. (1998). Revisisión histórica del concepto de inteligencia: una aproximación a la inteligencia emocional. Revista Latinoamericana de Psicología. Vol. 30, 001, 11-30). A este respecto, la posesión de una inteligencia emocional evitará que la persona se aparte de su yo real a pesar de atravesar por una situación compleja y hostil.

  1. LA ELABORACIÓN DE UNA TEORÍA PROPIA SOBRE LA NEUROSIS

La doctora Horney desarrolló una teoría detallada sobre la neurosis, mediante los datos de sus pacientes, que se distanciaba de otros psicoanalistas de su época, al considerar que la neurosis era un proceso continuo, pero que ocurría esporádicamente en la vida de las personas. Sus coetáneos creían que la neurosis era un fallo negativo de la mente en respuesta a estímulos externos, tales como: el duelo, el divorcio o las experiencias negativas durante la infancia y la adolescencia (Vallejo Orellana, R. (2002). Karen Horney, una pionera de la ruptura con el modelo freudiano para explicar la psicología femenina y el desarrollo humano sano y neurótico. Apuntes de Psicología, 2, 10). A este respecto, distinguió diez patrones de necesidades neuróticas, que se relacionaban con las que todos los seres humanos necesitaban para triunfar, aunque algunas personas las distorsionaban debido a sus experiencias, frustraciones o dificultades en la vida. Es decir, todos necesitamos afecto o sentirnos queridos, pero no convertimos esa necesidad en irracional e indiscriminada al esperar que nos muestren afecto o nos quieran todas las personas que conocemos, sintiendo ansiedad en caso de que no satisfagan nuestra demanda. Estos diez patrones se constriñen dentro de tres categorías: la necesidad de avanzar hacia la gente, el movimiento contra las personas y el alejamiento de las personas.

Las tendencias neuróticas son inconscientes y compulsivas. Estas dos características se definen de la manera siguiente:

  1. Las tendencias son inconscientes, aunque la persona puede tener consciencia de sus efectos. De este modo, se atribuirá a sí mismo determinados rasgos del carácter (por ejemplo, puede llegar a advertir que tiene una necesidad de afecto o perfección), pero nunca se da cuenta hasta que punto está bajo el dominio de esos impulsos, hasta que punto determinan su vida.
  2. Las tendencias son compulsivas: Está característica se expresa de dos formas: primero, sus objetivos son perseguidos indiscriminadamente, y éstos con un menosprecio de la realidad y por el verdadero interés personal. Segundo, se produce una reacción de angustia tras la frustración.

Karen Horney afirmaba que las actividades neuróticas eran como una caricatura de los valores humanos a los que se asemejaba. Evidenciándose una ausencia de espontaneidad y sentido. Además, las tendencias neuróticas no representan lo que la persona desea verdaderamente, sino a lo que se ve arrastrada. 5.1. La necesidad de avanzar hacia la gente Horney considera que dentro de esta “necesidad de avanzar hacia la gente” estarían comprendidos los niños que tienen dificultades con los padres y que utilizan esta estrategia por miedo a sentirse abandonados.

En esta categoría estarían comprendidos los patrones siguientes:

  1. La necesidad de afecto y aprobación; agradar a los demás y ser querido por ellos.
  2. La necesidad de una pareja, a quien se puede amar y que va a resolver todos los problemas.

5.2. El movimiento contra las personas

Las personas neuróticas pueden emplear la agresión, también llamada el movimiento contra las personas que les rodean. Se trata de una necesidad de poder, de manipular, controlar y explotar a los demás, manteniendo una fachada de omnipotencia. Además, estas personas también quieren conseguir la admiración, preocupándose sólo por sus deseos y necesidades.

  1. La necesidad de poder, la capacidad de doblar voluntades y lograr el control sobre los demás. La diferencia está en que, mientras que la mayoría de personas buscan el poder, el neurótico puede estar desesperado por ello.
  2. La necesidad de explotar a los demás, para sacar lo mejor de ellos. Los neuróticos creen que la gente está simplemente para ser utilizada.
  3. La necesidad de reconocimiento social, prestigio y protagonismo.
  4. La necesidad de admiración personal.
  5. La necesidad de realización personal.

5.3. El alejamiento de la gente

El neurótico puede desestimar a las demás personas sin utilizar la agresión, simplemente con el alejamiento, la búsqueda de la soledad y su autoafirmación, suprimiendo los sentimientos de amor y odio. A esto se unen las necesidades de perfección, hasta el punto de que consideran inaceptable cualquier fallo. La doctora Horney utiliza también el término de auto-retirada, de manera que utiliza frases muy similares al contenido de la personalidad flemática de Adler.

  1. La necesidad de la autosuficiencia y la independencia, mientras que más desean una cierta autonomía, el neurótico simplemente desea deshacerse de otras personas por completo.
  2. La necesidad de la perfección. Mientras que muchos se ven obligados a perfeccionar sus vidas en forma de bienestar, el neurótico puede mostrar un temor a ser ligeramente defectuoso.
  3. La necesidad de restringir las prácticas de la vida dentro de unas fronteras estrechas, a vivir una vida lo más discreta posible.

La teoría de la neurosis de Horney considera la posibilidad de cambio real en el neurótico, puesto que no se trata de una característica inherente al ser humano, puede ser resuelta mediante la ayuda de un terapeuta. Dentro de las teorías psicodinámicas, su postura es culturalista, considerando que el carácter de la persona se forma bajo la incidencia de la cultura en la que vive, de manera que la necesidad neurótica en los individuos de una sociedad estaría determinada por sus valores predominantes. También, considera la posibilidad de que el neurótico haga una introspección profunda, que le permita descubrir sus necesidades neuróticas, con objeto de facilitar la labor del terapeuta. No obstante, en esta teoría se producen contradicciones respecto al conductismo, al considerar las fobias dentro de los síntomas neuróticos, en lugar de considerarlas como conductas producto de condicionamientos.

Como dato de especial relevancia, hay que señalar que la doctora Horney desarrolló, dentro de la neurosis, una teoría del self (de sí mismo). Para Horney el self es el centro del ser, de manera que si una persona está sana desarrolla un concepto preciso de quién es y, por tanto, podrá impulsar su auto-realización16. Por el contrario, el self neurótico está “dividido” en un “self ideal” y un “self despreciado”. El neurótico que piensa que los demás le están despreciando, internaliza esta sensación como si fuese su percepción de él mismo. Por otro lado, si el neurótico considera que está fallando, y se distancia de sus ideales de perfección, podría crear un self ideal que estaría lejos de sus posibilidades, lo cual no es una meta positiva, sino irreal e imposible de alcanzar. Por tanto, los neuróticos sufrirían un desequilibrio que les llevaría a una especie de balanceo entre odiarse a sí mismos y pretender ser perfectos.